miércoles, 10 de octubre de 2012

Jesús está cerca

Lectura: Génesis 28:10-22
… Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía. —Génesis 28:16

Samuel, de cuatro años, había terminado de comer y preguntó si podía irse. Quería salir a jugar. Pero era demasiado pequeño para estar afuera solo, así que, la madre dijo: «No, no puedes salir solo. Debes esperar que yo termine para acompañarte». Su respuesta inmediata fue: «Pero, mami, ¡Jesús está conmigo!».

Los padres le habían enseñado bien a su hijo que el Señor siempre estaba a su lado. En nuestra lectura bíblica de hoy, vemos que Jacob también había aprendido esa lección. Su padre Isaac lo había bendecido y le había dicho que buscara una esposa entre los parientes de su madre (Génesis 28:1-4). Entonces, siguió sus indicaciones y viajó a Harán.

Mientras dormía, el Señor se le apareció en un sueño y le dijo: «He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres […]; porque no te dejaré…» (v. 15). Cuando despertó, entendió lo que había oído, y declaró: «Ciertamente el Señor está en este lugar…» (v. 16). Confiando en la presencia de Dios, se comprometió a seguirlo toda su vida (vv. 20-21).

Si hemos recibido a Cristo como Salvador (Juan 1:12), podemos tener confianza y hallar consuelo en esta verdad: Él está siempre con nosotros (Hebreos 13:5). Como Jacob, que nuestra respuesta a su amor sea consagrarnos de todo corazón a Él.
—AMC
Nuestro Dios amoroso está siempre cerca… a nuestro lado eternamente.


lunes, 1 de octubre de 2012

Álamos temblones

Lectura: Filipenses 4:6-9
Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera… —2 Tesalonicenses 3:16

Mientras visitaba la Península Superior de Míchigan, me llamaron la atención dos árboles. Aunque las hojas de los otros árboles que los rodeaban no se movían, las de estos ondeaban con la más mínima brisa. Se lo mostré a mi esposa, y ella me dijo que se llamaban álamos temblones. Quedé asombrado ante el efecto visual que producían esas hojas. Mientras todos los otros parecían calmos e inmóviles, las hojas de los álamos temblones ondulaban, aunque el viento fuera sumamente débil.

A veces, me siento como un álamo temblón. Las personas que me rodean parecen moverse por la vida sin problemas ni preocupaciones, aparentemente firmes y seguras, mientras que el asunto más insignificante puede turbar mi corazón. Veo a los demás y me maravilla su tranquilidad, y me pregunto por qué mi vida puede llenarse de turbulencias con tanta facilidad. Gracias a Dios, las Escrituras me recuerdan que la calma genuina y permanente puede hallarse en su presencia. Pablo escribió: «Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros» (2 Tesalonicenses 3:16). Dios no solo ofrece paz, sino que esta cualidad forma parte de su propia esencia.

Cuando atravesamos épocas turbulentas e inquietantes en la vida, es bueno saber que la paz verdadera está disponible en el Dios de toda paz.
—WEC
La paz no es solo la ausencia de conflictos; es la presencia de Dios.