Lectura: Proverbios 18:1-15
Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca… —Efesios 4:29
El
Dr. Deb Roy, investigador en ciencia cognitiva del Instituto
Tecnológico de Massachusetts, registró los primeros tres años de la vida
de su hijo para aprender cómo adquieren el lenguaje los seres humanos.
Junto con su esposa, equiparon su casa con dispositivos de grabación,
los cuales usaron para compilar más
de 200.000 horas de material de audio y video. Después de acumular,
resumir y editar las grabaciones, pudieron oír que sonidos emitidos por
el bebé, tales como «gaga», se convirtieron en palabras, como «agua».
Si
alguien quisiera desarrollar un proyecto de investigación en tu casa,
¿participarías si supieras que cada sílaba que pronuncies se registrará y
analizará? ¿Qué revelaría ese estudio? Proverbios 18 brinda conceptos
profundos sobre algunos de los patrones insensatos del lenguaje. El
escritor señala que los necios expresan sus opiniones en vez de tratar
de entender lo que los demás quieren decir (v. 2). ¿Esta actitud nos
caracteriza? A veces, ¿provocamos peleas con nuestras palabras (vv. 6-7)
o hablamos impulsivamente y respondemos alguna «palabra antes de oír»
(v. 13)?
Es necesario que nos convirtamos en estudiosos del
lenguaje. Con la ayuda de Dios, podemos identificar un diálogo
destructivo y transformarlo en una palabra de estímulo
«que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los
oyentes» (Efesios 4:29).
—JBS
Nuestras palabras tienen poder para edificar o para destruir.