En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado. —Salmo 4:8
La
fotógrafa Anne Geddes ha convertido las fotos de bebés dormidos en una
modalidad artística. Con ellas, provoca sonrisas. No hay mejor imagen de
paz que la de un niño dormido.
Pero, entre sueños ligeros durante el día, y la noche, cuidar a los niños es una responsabilidad agotadora e incesante. En su inocencia y entusiasmo, pueden meterse en situaciones peligrosas en un segundo. Después de un día agitado disciplinando, entreteniendo, protegiendo, alimentando, vistiendo, guiando y reconciliando hermanos que se pelean, los padres están ansiosos por irse a dormir. En cuanto se guardan los juguetes y se ponen los pijamas, el niño soñoliento se tranquiliza, se acurruca con mamá o papá para que le relate una historia y, finalmente, se duerme. Después, antes que los padres se acuesten, miran a sus hijos otra vez para asegurarse de que todo esté en paz. La serena belleza de un niño dormido hace que todas las frustraciones del día valgan la pena.
Las Escrituras señalan que el estado ideal que Dios desea para sus hijos es la paz (Levítico 26:6); pero con suma frecuencia, debido a nuestra inmadurez, nos metemos en problemas y provocamos conflictos. Como los padres de niños pequeños, el Señor desea que nos cansemos de hacer las cosas mal y que descansemos en la protección y el gozo de sus caminos amorosos.
—JALPero, entre sueños ligeros durante el día, y la noche, cuidar a los niños es una responsabilidad agotadora e incesante. En su inocencia y entusiasmo, pueden meterse en situaciones peligrosas en un segundo. Después de un día agitado disciplinando, entreteniendo, protegiendo, alimentando, vistiendo, guiando y reconciliando hermanos que se pelean, los padres están ansiosos por irse a dormir. En cuanto se guardan los juguetes y se ponen los pijamas, el niño soñoliento se tranquiliza, se acurruca con mamá o papá para que le relate una historia y, finalmente, se duerme. Después, antes que los padres se acuesten, miran a sus hijos otra vez para asegurarse de que todo esté en paz. La serena belleza de un niño dormido hace que todas las frustraciones del día valgan la pena.
Las Escrituras señalan que el estado ideal que Dios desea para sus hijos es la paz (Levítico 26:6); pero con suma frecuencia, debido a nuestra inmadurez, nos metemos en problemas y provocamos conflictos. Como los padres de niños pequeños, el Señor desea que nos cansemos de hacer las cosas mal y que descansemos en la protección y el gozo de sus caminos amorosos.
«En la voluntad de Dios está nuestra paz». —Dante
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